jueves, 26 de junio de 2014

El baño de fuego

          < Para lograr experimentar la
sensación de inmaterialidad, existen
tantos caminos que toda tentativa
de establecer una jerarquía sería
extremadamente arriesgada, por no
decir inútil. Cada uno toma una vía
diferente según su temperamento.
Por lo que a mi respecta, pienso que
el baño de fuego constituye la
tentativa más fecunda. Sentir en
todo nuestro ser un incendio, un
calor absoluto, notar que brotan en
nuestro interior llamas voraces, no
ser más que relámpago y
resplandor: eso es un baño de
fuego. Se realiza entonces una
purificación capaz de anular a la
propia existencia.


¿ Acaso las olas de calor y las
llamas no devastan hasta su núcleo,
no consumen la vida, no reducen su
fuerza quitándole todo carácter
agresivo, a una simple aspiración?
Experimentar un baño de fuego,
soportar los caprichos de un
violento calor interior, ¿no es
alcanzar una pureza inmaterial
semejante a una danza de llamas?
La liberación de la gravedad gracias
a ese baño de fuego, ¿no convierte
la vida en una ilusión o en un sueño?
Y ella no es apenas nada
comparado con la sensación final -
tan paradójica- en la que el
sentimiento de esa realidad onírica
es sustituido por la sensación de ser
 reducido a cenizas, sensación que
corona inevitablemente todo baño
de fuego interior. Se puede hablar
con razón, a partir de ese momento,
de inmaterialidad. Quemadas hasta
el último grado por nuestras propias
llamas, privados de toda existencia
individual, transformado en un
montón de cenizas, ¿ cómo
podríamos experimentar una razón
de vivir? Una loca voluptuosidad de
una ironía infinita se apodera de mí
cuando imagino mis cenizas
desperdigadas por todo el planeta,
frenéticamente agitadas por el
viento, diseminándome en el
espacio como un eterno reproche
contra este mundo.> E.M Cioran




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